Las calles más antiguas de Madrid todavía guardan tesoros heredados de su pasado que, para muchos turistas, son todo una sorpresa cuando los descubren. Uno de estos secretos de los que hablamos es el Monasterio de las Descalzas Reales. Situado en el centro de la capital española, a muy pocos metros de la frenética Puerta del Sol, este convento es uno de los edificios con más historia de toda la ciudad. Fue fundado en el siglo XVI por Juana de Austria, hermana de Felipe II de España, lo que ha conllevado que, desde entonces, quedase completamente unido a las mujeres de la Casa de Austria.
Actualmente, el Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación, más conocido como las Descalzas Reales, continúa siendo uno de los bienes ligados a la Corona española, por lo que forma parte de la red de Sitios Reales gestionada por Patrimonio Nacional. Contando todavía con una importante vida monástica de recogimiento y clausura gracias a la comunidad de monjas que en él habita, buena parte del monumento se ha destinado como museo, pudiendo visitarse algunas de sus estancias más espectaculares, repletas de obras de arte.
Un palacio convertido en monasterio
El Real Alcázar era la sede de poder de la Monarquía castellana en Madrid hasta su destrucción a causa de un incendio en 1734. Reyes como Enrique IV de Castilla, que falleció en él, lo utilizaron para hospedarse durante sus visitas a la villa, pero realmente no era habitable. Por ello, los primeros Austrias que reinaron en España, Carlos I principalmente, llevaron a cabo importantes obras en él para acondicionarlo a los nuevos tiempos y que dejara de ser una fortaleza medieval, convirtiéndolo en un palacio. Mientras tanto, el emperador se alojó en diversas casas nobles de la ciudad, como la del tesorero imperial Alonso Gutiérrez.
Este palacio, reformado en el siglo XVI, contaba con una larga historia pasada. Algunos datos apuntan a que fue construido en tiempos del propio Alfonso VI de León, aunque de lo que no cabe duda es que fue el escenario escogido para celebrar las primeras Cortes de Madrid en 1339. Durante las estancias del Emperador Carlos I, la Emperatriz Isabel de Portugal dio a luz en él a Juana de Austria, nacida el 24 de junio de 1535. Casada con el Rey de Portugal, a quien dio un hijo y heredero, tras enviudar del monarca en 1554 regresó a Madrid, donde fundó el 15 de agosto de 1559 el Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación sobre el mismo palacio en el que nació.
Un monasterio con identidad Austria
Lo cierto es que las Descalzas Reales es uno de los mejores rincones ya no solo de Madrid, si no de toda España, para poder empaparse de la historia del reinado de la Casa de Austria entre los siglos XVI y XVII sobre los territorios de la Monarquía Hispánica. Además de la fundadora, Juana de Austria, cuyos restos reposan en un bello sepulcro renacentista de Pompeo Leoni que, siguiendo la tradición, se colocó en el mismo punto en el que nació, otros de sus familiares también pasaron por aquí, especialmente mujeres. La Emperatriz María de Austria, hermana mayor de Juana de Austria, se instaló en el monasterio en 1580 tras enviudar del emperador Maximiliano II, y vino acompañada de su hija Margarita, que tomó los hábitos. Murió en 1603, siendo enterrada en el propio monasterio.
Del mismo modo, por el Cuarto Real de las Descalzas también pasó Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, que se educó entre sus muros. De hecho, ella fue quien regaló a las monjas el conjunto de tapices de Rubens que todavía conservan, uno de los muchos regalos que miembros de la realeza y la aristocracia han hecho a lo largo de los siglos a esta comunidad de monjas. A pesar de que sufrió daños durante la Guerra Civil, el conjunto y sus obras de arte han llegado a nuestros días en su amplia mayoría. Como curiosidad, solo tres Borbones hay enterrados en las Descalzas Reales, siendo estos Alfonso de Borbón y Dampierre, su hijo mayor, Francisco, y su hermano, Gonzalo.
El interior de las Descalzas Reales
Del palacio original, solamente se conservan algunos elementos, como la portada, la escalera principal o el zaguán. A pesar de ser un convento de monjas clarisas de clausura, el Vaticano concedió un permiso en 1960 para que se pudieran hacer visitas guiadas diarias por ciertas dependencias. Organizadas por Patrimonio Nacional, en cuya web se pueden comprar las entradas, durante el recorrido se descubren todas las joyas que custodian sus centenarios muros y que dejan a todos sin palabras.
Claustro del convento
De los dos grandes claustros con los que cuentan las Descalzas Reales, solamente uno de ellos se puede visitar, que es la primera estancia por la que se pasa y en torno al cual se organiza todo el recorrido. De estilo renacentista, como el resto del conjunto monacal, y con obras de arte que adornan sus muros, como la 'Virgen con el Niño' de Bernardino Luini, es famoso por su procesión de Viernes Santo. Se trata de uno de los actos más emblemáticos de la Semana Santa madrileña, pero también de los menos conocidos. Todo el espacio se decora con los tapices de Rubens regalados por Isabel Clara Eugenia y las monjas cantan motetes compuestos por Tomás Luis de Victoria en el siglo XVI.
Mientras tanto, un grupo de anderos porta un Cristo Yacente de Gaspar Becerra, que sirvió de modelo para que posteriores escultores, como Gregorio Fernández, realizasen otras muchas más tallas. Sin embargo, el de las Descalzas Reales es diferente, puesto que es al mismo tiempo un Cristo muerto y vivo: en su interior se coloca una Sagrada Forma que representa este último estado. Es la única procesión de todo el mundo que puede representar esto, gracias a la Bula Papal que les fue dada a la comunidad en 1559. Sin duda, quien pase por Madrid en Semana Santa, tiene que acercarse a este acto, que te retrotrae a la época de los Austrias al mantenerse todo como en su tiempo.
Escalera principal
El gran secreto de las Descalzas Reales de Madrid es la escalera principal del monasterio. Todas sus paredes están decoradas con pinturas murales que se efectuaron en su totalidad durante el período de los Austrias. De hecho, la última intervención se realizó en 1684, cuando intervino Claudio Coello y Ximénez Donoso para pintar los siete arcángeles bajo el auspicio de Ana Dorotea de Austria, hija del Emperador Rodolfo II y que profesó sus votos en este convento.
También a Coello se le atribuye el fresco 'El rompimiento de la Gloria' que luce en el techo. Del mismo modo, en el segundo tramo de la escalera y a mano derecha de la misma se encuentra otro de los murales más admirados por los visitantes. Se trata del famoso 'Balcón Real' en el que aparecen representados los Reyes Felipe IV y Mariana de Austria, acompañados de una de sus hijas y de su hijo Felipe el Próspero, que murió prematuramente. Destaca también que en una falsa ventana sobre la Capilla del Milagro, a la que se accede desde aquí, también se asoman Carlos II, último Austria que reinó en España, y su hermanastro Juan José de Austria.
Capilla del Cristo Yacente
Encaminando la escalera, los visitantes llegan hasta la capilla en la que se da culto al Cristo Yacente de Becerra, el mismo que se utiliza durante los cultos de Semana Santa y para la curiosa procesión del Viernes Santo.
Coro
Se trata del lugar en el que las monjas clarisas que forman la comunidad de las Descalzas Reales madrileñas pasan la mayor parte del tiempo. Es aquí donde se reúnen a rezar y donde se aprecia también la huella de los Austrias. La fundadora, Juana de Austria, preside la estancia con un retrato, destacando también la hornacina de la pared en la que reposan los restos de su hermana mayor, la Emperatriz María de Austria, que fueron trasladados a este punto por orden de Felipe III.
Salón de Tapices
Esta estancia se ha musealizado para exponer algunos de los tapices de Rubens que fueron donados por Isabel Clara Eugenia, pero su uso primitivo era servir de dormitorio a las monjas. Se trata de uno de los grandes tesoros de todo el monasterio madrileño, ya que fueron directamente tejidos en Bruselas, exponiéndose en sus muros un total de 11 de los 20. Todos ellos giran en torno al tema de 'El Triunfo de la Eucaristía', recuperando su uso tradicional el Viernes Santo al vestir el claustro del convento.
Sala de los Reyes
Cruzando un pasillo, por cuyos ventanales se puede observar la extensa huerta de las monjas, se llega hasta la Sala de los Reyes, utilizada por los monarcas para recibir en audiencia cuando estaban hospedados en el Cuarto Real. Hoy en día, aquí se encuentra expuesta la gran colección de retratos reales que cuelgan de todos su muros, que dan la sensación de estar en el Museo del Prado en vez de en las Descalzas Reales.
Iglesia del convento
Después de haber visitado la Sala la de los Reyes, se pasa por otras estancias en las que se exponen obras de pintura española y flamenca de la época de los Austrias, siendo cuando se da por concluida la visita dirigida por el personal de Patrimonio Nacional. Sin embargo, la iglesia conventual no forma parte de la misma, aunque nadie puede irse sin conocerla.
Hay que pasear por su única nave y contemplar su retablo Barroco de mármol, sustituido en tiempos de los Borbones por el original de Becerra que se quemó en un terrible incendio. Del mismo modo, merece la pena contemplar el busto funerario de Juana de Austria. Bajo su auspicio, se levantó todo un monasterio que permanece impasible al transcurso del tiempo y en donde la sociedad actual puede repasar dos siglos de Historia de España.