El archipiélago maltés, conformado por las islas de Malta, Gozo y Comino, siempre ha sido uno de los rincones más preciados en el Mediterráneo por las diferentes civilizaciones que han dejado su huella en este viejo mar europeo. Posiblemente, el Imperio Británico fue el que mayor influencia ejerció sobre la actual República de Malta. Durante más de medio siglo, los ingleses se asentados en este conjunto de islas, dejando un legado que ha llegado hasta nuestro días y que explica que, sin ir más lejos, en las carreteras maltesas también se conduzca por la izquierda o que el idioma oficial del país sea también el inglés, junto con el maltés.
La independencia de Malta respecto del Reino Unido fue reconocida en 1964, momento en el que se constituyó como una república independiente, como así sigue siendo en la actualidad. Para la Monarquía británica, supuso la pérdida de un territorio más para la corona que en aquel momento ostentaba la Reina Isabel II, quien precisamente siempre estuvo muy ligada a las islas maltesas. La Monarca más longeva de la historia británica vivió durante varios años en la isla principal, concretamente entre 1949 y 1951, cuando todavía era princesa y debido a que durante este período su marido, el Duque Felipe de Edimburgo, servía en el HMS Chequers con la Flota del Mediterráneo.
Villa Guardamangia, el hogar de Isabel II en Malta
La todavía Princesa Isabel vivió sus primeros años de casada junto a su esposo Felipe en una mansión palaciega en La Valletta, la capital de Malta. Se trataba de Villa Guardamangia, un palacete de 1.500 metros cuadrados, dos plantas, 18 habitaciones y amplios jardines en el que la pareja disfrutó de parte de su luna de miel en 1947, y al que volvió en 1949 para convertirlo en su hogar para los próximos dos años. En esta residencia disfrutaban de fiestas, picnics y viajes en barco, por lo que seguramente Isabel II disfrutó en ella de algunos de los mejores momentos de su vida.
Desde 2019, Villa Guardamangia pertenece al Gobierno de Malta, que tiene intención de llevar a cabo una profunda restauración del edificio y convertirlo en un museo. La idea que tiene Heritage Malta, agencia nacional de museos y patrimonio, es que este espacio sirva para poner de manifiesto a relación entre la isla y el Reino Unido, así como también dedicar parte de sus estancias a la vida de Isabel II y Felipe de Edimburgo en ella. Para la Reina, Malta era un lugar muy especial donde recordaba días felices con su marido, lo que explica que eligiera el país para celebrar el 60 aniversario de su boda en 2007.
Malta marcó la vida de Isabel II
En Malta, Isabel II no solo disfrutó de su luna de miel, sino que también vivió algunos de los momentos más bonitos junto a su esposo, Felipe de Edimburgo. De hecho, durante el tiempo en que vivieron en la isla, se quedó embarazada de la Princesa Ana, regresando momentáneamente a Reino Unido para dar a luz a su hija, para posteriormente volver y retomar su aparente vida común en el Mediterráneo. La Reina disfrutaba de una normalidad que no podía tener en su país natal, hasta el punto que fue en Malta donde fue a una peluquería por primera vez en su vida.
En La Valletta, Isabel II y su esposo podían disfrutar de un ambiente completamente diferente al que podía ofrecerles Londres. A la Reina le enamoraron los edificios de tonos arcillosos, decorados con preciosas ventanas y puertas de colores, situados en calles empinadas o aceras escalonadas. En definitiva, un escenario romántico perfecto para una pareja de recién casados que estaban comenzando a crear una vida en común.
La magia de Gozo y Comino hechizó a Isabel II
Recorrer la capital y descubrir sus estrechas y encantadoras calles, visitar la Concatedral de San Juan o admirar las espectaculares vistas desde Upper Barraka Gardens, son solo algunas de las opciones que la capital maltesa pudo ofrecer a la Soberana y su consorte, planes que todavía hoy siguen haciendo los turistas que deciden planificar unas vacaciones a las islas maltesas. Sin embargo, Malta es mucho más que su capital, y de ello también se dio cuenta Isabel II.
Gozo y Comino son las otras joyas del archipiélago, pequeñas islas con un sanador olor a mar en las que es posible encontrar restos prehistóricos, viejas instalaciones militares o antiguas capillas al borde de los acantilados. Los paseos que la Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo llevaron a cabo por los caminos de las hermanas pequeñas de Malta seguro que les dejaron tan impresionados como a los viajeros que hoy en día continúan descubriendo sus milenarios secretos.
La gastronomía maltesa que degustó la Reina
Debido a las numerosas civilizaciones que ocuparon la isla a lo largo de los siglos, la cocina de Malta es de las más ricas y con mayor influencia cultural de todo el mundo. Durante los años en que Isabel II residió en la isla, seguramente que no se resistió a probar los pastizzi, hojaldres dulces rellenos de carne, espinacas o queso ricota. Del mismo modo, también disfrutaría con el famoso pan maltés, el cual está relleno de atún, pasta de tomate y albahaca y que haría las delicias de Su Majestad, como continúa haciendo con el resto de los mortales que lo degustan.
La joya del viejo mar Mediterráneo encandiló a Isabel II y se convirtió en el paraíso de la pareja de los entonces príncipes, que décadas después decidieron regresar para rememorar aquellas vivencias, como así suelen hacer siempre los turistas que también se enamoran de Malta cuando la visitan. La belleza de las islas, su tranquilidad, el hecho de que la población fuera todavía escasa y que no hubiera periodistas persiguiéndoles fue probablemente lo que más disfrutaron. Malta es hogar para todo el que la visita, y por eso dio tanta grandes alegrías a la legendaria Reina Isabel II.